La elección de rector no puede resumirse al consignismo al que nos llevan agrupaciones minoritarias de la FULP, en su búsqueda de encontrar aquí una tribuna para su instalación mediática, a riesgo mismo de la propia universidad nacional.
Hemos visto en los últimos días, algunos sectores de la izquierda estudiantil, de la minoría que compone la alianza de la FULP, que con posturas dogmáticas insiste en ver en la UNLP un teatro de operaciones en una realidad muy particular que plantea nuestra universidad, distinta a la que tergiversan en sus comunicados.
La realidad de la UNLP es muy distinta a la de la UBA por ejemplo. Aquí encontramos una posición claramente dialoguista, de una gestión que ha realizado avances significativos en múltiples sentidos, dando respuesta al reclamo estudiantil con voluntad política: la creación de la Facultad de Psicología y Trabajo Social, las cuatro bocas del comedor universitario, los boletos para el transporte en tren y colectivos, la construcción de un nuevo edificio para Periodismo e Informática; la ordenanza que fuerza la prohibición de los cursos restrictivos; son solo algunos de los tantos ejemplos de una gestión dinámica que busca un camino de dialogo y voluntad política. La necesidad planteada desde hace mas de un año por el mismo Azpiazu de reformar el Estatuto, y el llamado que ha hecho para esto a los distintos actores de la vida universitaria, refuerza claramente una realidad distinta de nuestra universidad a otras experiencias nacionales.
Pero más preocupados en utilizar la elección del rector de la universidad como vidriera política de una representación de la que carecen en términos reales, deficiencia también de sus partidos políticos en la escena nacional, intentan forzar discursos que cada vez los aleja más de la realidad y tienen como costo el riesgo de que la UNLP por lo tanto, tenga una discusión que no hace a sus desafíos de corto y mediano plazo.
Hoy en día, la urbanización que proponen, solo se puede ver en la inversión de militantes en nuestra ciudad, más que en las necesidades de lucha del movimiento estudiantil en esta coyuntura.
Hay que debatir sí con fortaleza, el sentido que adquiere nuestra universidad, el para qué de su existencia, su vinculación con los grandes problemas regionales y nacionales, su compromiso para aportar a la reconstrucción del país en que estamos empeñados como nación. De cómo hacemos para que una universidad publica (solventada con el esfuerzo de los argentinos) tenga dialogo directo y compromiso efectivo con los grandes problemas de la inclusión social y un proyecto soberano. Si solo queda el debate en la composición de su gobierno interno (necesario por cierto) podríamos caer en el autismo social del que la gestión de Aspiazu ha hecho esfuerzos por salir, o en debates que no reconocen un cambio de coyuntura a nivel nacional y latinoamericano; como sí lo hace la mayoría de nuestro pueblo.
Ignacio GalarretaHemos visto en los últimos días, algunos sectores de la izquierda estudiantil, de la minoría que compone la alianza de la FULP, que con posturas dogmáticas insiste en ver en la UNLP un teatro de operaciones en una realidad muy particular que plantea nuestra universidad, distinta a la que tergiversan en sus comunicados.
La realidad de la UNLP es muy distinta a la de la UBA por ejemplo. Aquí encontramos una posición claramente dialoguista, de una gestión que ha realizado avances significativos en múltiples sentidos, dando respuesta al reclamo estudiantil con voluntad política: la creación de la Facultad de Psicología y Trabajo Social, las cuatro bocas del comedor universitario, los boletos para el transporte en tren y colectivos, la construcción de un nuevo edificio para Periodismo e Informática; la ordenanza que fuerza la prohibición de los cursos restrictivos; son solo algunos de los tantos ejemplos de una gestión dinámica que busca un camino de dialogo y voluntad política. La necesidad planteada desde hace mas de un año por el mismo Azpiazu de reformar el Estatuto, y el llamado que ha hecho para esto a los distintos actores de la vida universitaria, refuerza claramente una realidad distinta de nuestra universidad a otras experiencias nacionales.
Pero más preocupados en utilizar la elección del rector de la universidad como vidriera política de una representación de la que carecen en términos reales, deficiencia también de sus partidos políticos en la escena nacional, intentan forzar discursos que cada vez los aleja más de la realidad y tienen como costo el riesgo de que la UNLP por lo tanto, tenga una discusión que no hace a sus desafíos de corto y mediano plazo.
Hoy en día, la urbanización que proponen, solo se puede ver en la inversión de militantes en nuestra ciudad, más que en las necesidades de lucha del movimiento estudiantil en esta coyuntura.
Hay que debatir sí con fortaleza, el sentido que adquiere nuestra universidad, el para qué de su existencia, su vinculación con los grandes problemas regionales y nacionales, su compromiso para aportar a la reconstrucción del país en que estamos empeñados como nación. De cómo hacemos para que una universidad publica (solventada con el esfuerzo de los argentinos) tenga dialogo directo y compromiso efectivo con los grandes problemas de la inclusión social y un proyecto soberano. Si solo queda el debate en la composición de su gobierno interno (necesario por cierto) podríamos caer en el autismo social del que la gestión de Aspiazu ha hecho esfuerzos por salir, o en debates que no reconocen un cambio de coyuntura a nivel nacional y latinoamericano; como sí lo hace la mayoría de nuestro pueblo.
Responsable del Movimiento Universitario SUR
(Periodismo, Bellas Artes, Exactas, Humanidades, Derecho, Económicas, Naturales)
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