La crisis de los llamados “cerdos” (PIIGS: Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España)
El desenlace de la crisis europea dio inicio a la segunda fase de la crisis global. Cuando muchos multimedios, intelectuales y empresarios intentaban instalar la idea de que la crisis había sido superada, se desató una nueva fase de la tormenta.
El 20 de octubre de 2009, el recientemente asumido primer ministro griego, Yorgos Papandreu, informa a Eurostat, la oficina europea de estadísticas, que el déficit de su país acabará en el nivel del 12,5% del PIB y no en el 3,7% como se había anunciado en principio. El gobierno conservador había ocultado el déficit real de Grecia y, ni bien asume el socialdemócrata Papandreu, desde Bruselas (capital administrativa de la Unión Europea) se presionó a Grecia para que blanquee el déficit real, advirtiéndole que los datos sobre sus cuentas no eran muy claros y de mucha confianza. Es la propia Unión Europea (UE) la que presiona sobre Grecia y le impulsa a hacer un ajuste de sus cuentas fiscales.
Grecia pasa a ser miembro de la zona euro en el año 2001. Para cumplir con los límites de déficit impuestos por la UE falseó sistemáticamente sus cuentas con la ayuda de la banca de inversión americana, Goldman Sachs. ¿Cómo lo hizo? Haciendo pasar miles de millones de euros de deuda externa como divisas y no como préstamos, es decir, como activos en vez de pasivos. A cambio, Goldman Sachs recibió 300 millones de euros como comisión de la operación y colocó 735.000 millones de euros en bonos a partir de 2002.[i] La pregunta es por qué la UE, encabezada por el eje franco-alemán, decide hacer visible el déficit real griego y las jugadas de encubrimiento, algo que ya sabía con anterioridad.
En un principio, se trata de una cuestión interna de la Unión Europea, para profundizar el control sobre los países miembros y propiciar la centralización-fortalecimiento del gobierno europeo. El objetivo de Bruselas, trazado por la fracción franco-alemana, era fortalecer su posición en los países periféricos del territorio de la UE: ajustar las economías para mejorar las finanzas públicas asegurando que los bancos franceses y alemanes fuertemente expuestos en España, Portugal, Italia, Grecia e Irlanda no tengan problemas en cobrar sus deudas, consolidando su posición para salir de la crisis con un gobierno europeo fortalecido a partir del control de los presupuestos de los países miembros, con regulaciones financieras más estrictas, compra de empresas en los países periféricos de la unión y controlando los eslabones débiles en donde pueden hacer pie los golpes financieros.
Al interior de la zona euro existe un fuerte desequilibrio, con países superavitarios y países deficitarios. En 2006, Alemania tenía un gran superávit de u$s 190 mil millones (6,5% del PBI) y Holanda uno de u$s 64 mil millones (9,4% del PBI). En el extremo opuesto estaban los importadores de capital, España a la cabeza con un enorme déficit de u$s 111 mil millones (9% del PBI), junto a Grecia, Portugal, Italia e Irlanda. Esto se profundizó con el estallido de la crisis financiera.
¿Por qué se daban estos desequilibrios? El ejemplo de Argentina con la convertibilidad (el peso atado al dólar, al tipo de cambio 1$ a 1U$s), como parte de la subordinación del territorio nacional a los intereses angloamericanos, resulta bastante ilustrativo. Al atarse a una moneda fuerte, en este caso el “euro”, estos países perdieron competitividad y vieron retroceder su producción industrial, ahora encarecida para los extranjeros, con lo que comenzaron a importar más de lo que exportaban, especialmente desde los países altamente productivos como Alemania, que son los que controlan el Euro. Este déficit, así como el boom de consumo por poseer moneda fuerte (en nuestro caso: viajes a Miami, consumo de bienes suntuarios, consumo de importaciones desde todo por $2 hasta medios de producción y bienes de consumo que antes se producían localmente) se financió mediante deuda. La deuda era otorgada por los bancos pertenecientes, principalmente, a las redes financieras de origen francés y alemán, es decir, los actores dominantes del proyecto estratégico Unión Europea. La deuda, como sabemos, es un instrumento central para el control de territorio, porque el acreedor impone al deudor un conjunto de condiciones que van re-moldeando la economía de un país e imponiendo o condicionando sus cuadros dirigentes en función de si se acomodan o no a dichos intereses. Al mismo tiempo, los capitales franco-alemanes –y en menor medida otros que pasaron a formar parte del selecto grupo de grandes capitales de la UE propietarios de las principales empresas paneuropeas— se fueron haciendo de los activos de los países periféricos de la UE (bancos, industrias, empresas estatales de servicios, etc.). En síntesis, centralizando capital, garantizando mercado para la venta de bienes estratégicos, profundizando el control sobre el territorio social, apropiándose de las empresas estratégicas de producción bienes de capital y armamento, e instalando empresas propias en la periferia europea con costos menores de producción.
Uno de los objetivos de Bruselas al presionar a Grecia, haciendo público su déficit real, fue obligarla a ajustar y vender-privatizar-transferir-enajenar los activos estratégicos que aun quedan en manos del estado, el único capital de origen griego en sentido estricto. Se fuerza una devaluación en los activos locales para facilitar el proceso centralizador.
Todo este proceso en Grecia y en la periferia de la UE, transcurría internamente sin mayores sobresaltos, hasta que dos hechos median para que se desate la llamada crisis europea:
1- La firma del Tratado de Lisboa y la lucha por el reparto de los cargos en la Unión Europea, donde sale fuertemente perjudicada la city londinense.
2- La crisis de Dubai, que afecta principalmente a los intereses angloamericanos.
La firma del Tratado de Lisboa: hacia un la construcción de un gobierno europeo
Después de diez años de negociaciones, los 27 miembros de la UE ratificaron en noviembre de 2009 el Tratado de Lisboa, dándole mayor institucionalidad al bloque y reforzando la construcción de un gobierno europeo. Sin embargo, no todos los países quedaron sujetos al mismo, mostrando el enfrentamiento interno por el control de Europa: el Reino Unido, Polonia y República Checa, quienes retrasaron la firma del tratado, negociaron para no tener la obligación de cumplir con la Carta de Derechos Fundamentales de la UE.
El Tratado de Lisboa es un marco institucional con similares objetivos a los establecidos en la constitución europea que intentó aprobarse por referéndum en el año 2005. En la constitución como en el Tratado se refuerza el proyecto estratégico de Unión Europea, desde los intereses del bloque de poder franco-germano, a partir de imponer una nueva institucionalidad:
- Un ministro de relaciones exteriores, es decir, la centralización de la política exterior europea.
- Un presidente estable del Consejo de Europa (consejo constituido por los jefes de estado de los países miembros) en reemplazo de la actual rotación semestral, lo cual tiene como objetivo mantener la “continuidad de acción”.
- El aumento del poder del Parlamento Europeo en detrimento de los parlamentos de los países miembros.
- Por último, estableciendo que la Unión Europea es la única instancia con competencia para fijar las reglas de la política comercial común.
Este es el gran salto político estratégico que necesitaba el eje franco-germano para constituirse como uno de los polos de poder mundial con capacidad de influir centralmente en la lucha por la configuración del orden global. Sin la institucionalización que permite la centralización del gobierno europeo este bloque de poder queda reducido a un papel de aliado subordinado del imperialismo angloamericano. En este sentido Chirac, el entonces presidente francés, enfrentado fundamentalmente con la posición anglosajona representada por el primer ministro británico, Tony Blair, afirmaba que si ganaba el NO a la Constitución Europea “los que tienen una concepción ultraliberal de Europa tomarán el comando... Esto conducirá a una Europa sin ambición política y reducida a una simple zona de libre cambio.”[ii]
El NO a la constitución europea triunfó en el año 2005. Sin embargo, el debilitamiento del polo angloamericano a partir de la crisis global del 2008, la profundización de la lucha entre fracciones a su interior, el empantanamiento en las guerras de Medio Oriente, el desarrollo del multipolarismo y el avance relativo del complejo industrial franco-germano permiten lograr a fines del 2009, lo que cinco años antes no habían podido.
Firmado el Tratado de Lisboa pasan a negociarse los lugares en la conducción en el nuevo esquema de gobierno europeo, donde el gran perdedor es la city londinense, que si bien logra ubicar a la laborista Catherine Ashton en el cargo de alto representante de Política Exterior y Seguridad, pierde los lugares claves de regulación y control económico de la Unión Europea (UE). Por otra parte, como se vio en los meses subsiguientes, la política exterior de la UE en términos reales siguió estando en manos del presidente francés y de la canciller alemana. Así lo expresó el propio presidente francés, Nicolás Sarkozy, en lo que fue una declaración de guerra a la city londinense:
“Quiero que el mundo vea la victoria del modelo europeo, que no tiene nada que ver con los excesos del capitalismo financiero (…) los británicos son los grandes perdedores (…) Nadie puede decir que la ausencia de regulación, o una regulación blanda, tal y como la llamó Brown, nos haya hecho ningún bien.”[iii]
El contraataque de la city londinense apuntó a las debilidades económicas de la periferia europea, agudizadas tras la crisis económica mundial, reflejadas en los crecientes déficit fiscales y de cuenta corriente, cubiertos por un fuerte endeudamiento. La situación de déficit y endeudamiento no es distinta a la del Reino Unido, con un 13% de déficit sobre el PBI (el más grande en tiempos de “paz” de la historia del Reino Unido) y los Estados Unidos, con un déficit del 10,6% del PBI, equivalente a 1,56 billones de dólares. Si tenemos en cuenta el promedio de la zona euro, vemos que el déficit fiscal es del 6% del PBI, notablemente inferior al de Estados Unidos y el Reino Unido. También el promedio de deuda de la zona euro, en torno al 80% del PBI, es diferente de los niveles de Estados Unidos y el Reino Unido. Sin embargo, la diferencia radica en que Londres y Nueva York tienen un “banco central poderoso, dispuesto a barrer a quien apueste en su contra. Y los mercados conocen esas armas de disuasión, la vertiente política de la situación fiscal".[iv] Y, por otra parte, tienen los instrumentos necesarios para producir golpes financieros en gran escala (Fondos Financieros de Inversión Global, Bancas de Inversión, Calificadoras de Riesgo, etc.) cuyo centro neurálgico en Londres y Nueva York.
Los dos países claves sobre los cuales van a descargarse en principio los ataques especulativos, precedidos por bajas en la calificación crediticia, van a ser Grecia y España. Si Grecia era el objetivo sobre el que apuntaba Bruselas, España por su peso en la zona Euro y por el volumen de su deuda era el objetivo de los intereses opuestos al avance de la Unión Europea. “Grecia desató la crisis que aflige a la zona euro. España, sin embargo, es el país que podría determinar la supervivencia de la moneda común.”[v]
La crisis de Dubai
El antecedente del estallido de la crisis europea es la crisis de Dubai, desatada el 25 de noviembre de 2009, que también golpea sobre la city financiera londinense al igual que la firma del Tratado de Lisboa y el reparto de cargos en la Unión Europea. Este pequeño emirato, parte de los Emiratos Árabes Unidos, provocó un descalabro global al anunciar que el estado no se haría cargo del pago de la deuda del fondo de inversión estatal Dubai World (de más de 60.000 millones de dólares) y pidió un plazo de 6 meses a sus acreedores.
La crisis de Dubai es especialmente significativa porque es la plataforma financiera y portuaria desde la cual los intereses angloamericanos intentan controlar el Golfo Pérsico, contrarrestando y bloqueando el desarrollo autónomo de Irán y de los países de una región muy rica en recursos naturales, así como del nacionalismo árabe en general, con su propuesta histórica de construcción de una gran nación, que entre el siglo X y el XVI se extendió hasta la península Ibérica. Dubai es para la región del Golfo Pérsico lo que Singapur para el sudeste asiático y Hong Kong para China: el nodo-centro financiero, portuario, comunicacional, informático y de inteligencia estratégica desde los cuales desplegar las fuerzas, operar sobre el “continente” y controlar dichos territorios desde el plan de las redes financieras globales.
La crisis de diciembre de 2009.
El primer momento de la segunda ola de la crisis global.
La calificadora de riesgo con sede en Londres, Standard & Poor’s (S&P)[vi], fue la primera en bajar la nota de la deuda española. De hecho, ya lo había hecho un año antes del estallido, el 19 de enero de 2009, cuando bajó la calificación de la deuda española de AAA (la máxima) a AA+, cuatro días después de bajarle la nota a Grecia. Ninguna de las otras dos calificadoras de riesgo, Moody’s y Fitch, acompañaron dicho cambio negativo. De similar forma, el 9 de diciembre de 2009, luego de la crisis en Dubai y de que el semanario londinense The Economist apunte los cañones sobre España calificando a dicho país como el gran enfermo de Europa, S&P pasó la perspectiva de calificación de la deuda española de estable a negativa. Un día antes, había cambiado la perspectiva de calificación de la deuda Griega de estable a negativa, acompañada por la calificadora Fitch quien bajó la calificación de la deuda griega de A- a BBB+. Ni Fitch ni Moody’s (la otra gran calificadora internacional) cambiaron en absoluto la nota española a pesar de manejar los mismos indicadores: un 19% de desocupación, un déficit fiscal del 11%, un déficit de cuenta corriente de 5,4% y una recesión galopante. Por el contrario, mantuvieron la máxima calificación crediticia: AAA. Sobre la baja de calificación de S&P, comenzaron a montarse los ataques especulativos, centrados en las apuestas sobre la cesación de pagos de los seguros de default (credit default swaps). El golpe descalabró por completo la situación europea, particularmente debido a España por ser la cuarta economía de la zona euro y por el nivel de exposición de la banca europea en dicho país (como se observa en el cuadro 3, en especial la banca de las redes financieras francesas). Un especialista económico español azorado por la situación y la para él incomprensible jugada de las calificadoras de riesgo, reflexiona:
“Para terminar este infeliz derrotero, el día miércoles Standard & Poors, quien ya había rebajado en enero último la calificación de España de AAA a AA+, decidió pasar su perspectiva de "estable" a "negativa". Nuevamente, los mercados reaccionaron en forma negativa. Lo sorprendente de este caso fue que al igual -que lo sucedido con Grecia- la riesgosa situación de España dada por una peligrosa combinación de elevados valores de déficit fiscal (10%), deuda pública (70%) y desempleo (17%) ya era harto conocida.”[vii] Sin embargo, aunque la situación española era harto conocida, todavía no se había producido la firma del Tratado de Lisboa y el desplazamiento de Londres de los principales espacios de poder del nuevo gobierno europeo, como tampoco la crisis de Dubai.
A partir de estos hechos comienza a transitarse la llamada crisis europea y con ella la Segunda Ola de la crisis global. Antes de que dicha situación se profundice hacia abril-mayo de 2010 –cuando cruje el sistema financiero global, la administración norteamericana inicia su ofensiva contra Goldman Sachs, hay elecciones en el Reino Unido, se abre la interna entre Francia y Alemania en torno a las decisiones de la Unión Europea para “rescatar” a los caídos y salir de la zona de tormenta impidiendo el desmembramiento de la zona euro, y las posibilidades de cesación de pago de la deuda se vuelven muy próximas en la Unión Europea— el economista Joseph Stiglitz, uno de los principales asesores económicos del primer ministro británico Gordon Brown[viii], advierte:
“sorprende la velocidad con que las fuerzas a favor de la situación pre–2007 se reagruparon y seguir como si nada pasara generará problemas para el futuro. El optimista que hay en mí espera que no haga falta otra crisis para impulsar por fin el proceso político. El pesimista que llevo dentro dice que puede ser necesario que eso pase.”[ix]
Más claro imposible: es necesaria una nueva ola de la crisis (la segunda ola) para llevar adelante e imponer un determinado proyecto estratégico (“proceso político”), que configure un determinado orden global. Al no haber acuerdo, necesariamente hay crisis y enfrentamiento: el proceso impulsado por las fuerzas más avanzadas del capitalismo financiero global, que pretende ir hacia la superación de la situación pre-2007, se contrapone con otros proyectos estratégicos sostenidos por bloques de poder contrarios a sus intereses. Hasta que dicho enfrentamiento no se resuelva de algún modo, la crisis global en todas sus formas, planos y expresiones seguirá agudizándose.
Golpe sobre los bancos europeos y el euro
Haciendo una lectura de la deuda europea podemos observar:
· Los mayores inversores de deuda en los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) son los bancos franceses con el 40%, seguido de los alemanes con el 31,4%. Los bancos de Francia y Alemania suman el 71% del dinero prestado en los PIIGS, mientras que los bancos ingleses no llegan al 18%.
· Los bancos franceses tienen su mayor grado de inversión/exposición en Italia con el 56,7% del total de sus tenencias de deuda en los PIIGS. El segundo lugar de inversión/exposición es en España con el 31%. Esta banca concentra su inversión/exposición en un 80,3% en Italia y España, del total de PIIGS.
· Los bancos alemanes tienen sus inversiones distribuidas en tres países: España 33,8%, Italia 27% e Irlanda 26%, que suman el 86,8% del total de sus tenencias de deuda de los PIIGS.
· La Banca Inglesa concentra su mayor inversión/exposición en Irlanda, con el 43% del total que tiene en los PIIGS, que además es muy bajo con respecto a su escala global, muchísimo mayor que la de los otros países.
· La banca Holandesa concentra su inversión/exposición en España con el 49,5% de su total en los PIIGS. Luego en Italia con el 27,5%.
· En Grecia la banca con mayor inversión/riesgo es la francesa con el 52%, seguida por la germana con el 30%. Ambas reúnen el 82% de los fondos de inversión/riesgo y poseen el 64% total de la deuda griega.
· En España la banca con mayor presencia/exposición es la alemana con el 35%, seguida por la francesa con el 31%. Reúnen ambas el 66% de la deuda española de las cuatro grandes bancas (82% del total), mientras que del total de deuda española los bancos franceses y alemanes controlan el 54%.
· En Portugal las bancas con mayor presencia son la germana 40% y la francesa con 38%, reuniendo el 78% de la deuda entre las cuatro bancas.
· En Irlanda las bancas con mayor inversión en deuda pública es la Germana con el 41% y la Británica con el 38,4%, de las cuatro grandes bancas.
· En Italia la banca con mayor presencia es la francesa con el 60%, seguida por la germana con el 22,5%, de las cuatro grandes bancas. Entre ambas administran el 69% del total de la deuda pública italiana.
Como se observa, es evidente el enorme impacto que podría llegar a tener un default en alguno de los países de la “periferia europea”, es decir, en los países en donde se libra el enfrentamiento, especialmente en los grandes como Italia y España: sería un golpe mortal sobre el capital financiero transnacional franco-alemán que traería la inminente caída del euro y del proyecto estratégico Unión Europea. La banca francesa y alemana está expuesta en dichos países en casi 1,6 billones de dólares (tres veces todo el PBI argentino a precios de poder adquisitivo real). Si a eso agregamos que las multinacionales que son parte de las redes financieras francesas y alemanas tienen en esos países muchos de sus activos, tanto por las adquisiciones que fueron haciendo como por la instalación de sus propias sucursales, la ecuación es bastante simple: con la caída de los PIIGS, el eje franco-germano queda excluido y completamente subordinado en el enfrentamiento por la configuración del Orden Global. Con lo cual también se debilitan sus aliados tácticos como Rusia y China, que en conjunto conforman lo que las fuerzas angloamericanas denominan el bloque continental euro-asiático. Estos mismos son los que se opusieron en el consejo de seguridad de la ONU a la guerra de Irak en 2003. De los cinco con poder de veto (la mesa chica del Consejo de Seguridad de la ONU) EEUU y el Reino Unido votaron a favor de invadir, lo que finalmente hicieron, mientras que Francia, Rusia y China votaron en contra de la Guerra, ya que iba contra sus intereses en Medio Oriente.
Como también evidencia el cuadro, el endeudamiento fue un instrumento central de la expansión europea para los intereses franceses y alemanes. La deuda como instrumento de control del territorio se vuelve dominante con la emergencia del capital financiero a fines del siglo XIX, producto de la fusión de la Gran Industria con la Gran Banca. Todo prestamista impone condiciones a su prestatario en la medida que su poder sobre él, su influencia dada por el nivel de endeudamiento del prestatario, se acrecienta y su situación general se debilita. Si entre los bancos franceses y alemanes poseen aproximadamente el 50% del total de la deuda de España –sumando 450.000 millones de dólares— es evidente que el nivel de control e influencia de dichos intereses sobre ese país es enorme. Pero a ello hay que agregarle que, como se trata de capital financiero transnacional, los bancos son parte de redes más amplias junto con las denominadas empresas multinacionales o transnacionales. En este sentido, el crédito no sólo sirve como forma de extraer riqueza en un territorio social a través del interés e influir en lo político económico, sino que es el instrumento de apalancamiento para la expansión de sus propias multinacionales y transnacionales.
La sobre-exposición de los bancos franceses y alemanes en la llamada periferia europea no es otra cosa que el indicador de la expansión de dicho bloque de poder en el desarrollo de su proyecto estratégico de Unión Europea, es decir, de su “Espacio Geoestratégico”. Es interesante observar que de los 27 países que componen la UE sólo diecisiete son parte de la zona euro, lo que indica el grado de avance territorial del bloque franco-germano así como lo que le resta para consolidar su proyecto UE. Sin dicho espacio “corre el riesgo de perder relevancia geopolítica en un mundo envuelto entre un G2 de Estados Unidos y China”,[x] que en realidad sería un G1 ya que sin los aliados europeos y Rusia,